.


Hemos olvidado nuestra sombra en una ciudad de Asia. Se han quedado nuestros sueños en los desiertos de Taklamakán. Ümit Yasar Oguzcan, Un mundo para dos.




3/9/18

Las caras de Samuel Salcedo




¿Son lunas o son caras? El paseante que entre a ver una exposición puede preguntarse qué significado tiene para él aquello que se expone. Lo subjetivo en el espectador puede ser un triunfo del autor. Pero también puede informarse sobre qué pretende este con su obra. Acercarse a un trabajo escultórico es también ¿o sobre todo? exponerse a percibir sensaciones, a circundar las esculturas en busca de una complicidad con los volúmenes, arriesgar una parte del desconocimiento de nosotros mismos que siempre nos acompaña ante la expresión múltiple que las representaciones del artista nos ofrece.

En la obra convencional -figurativa o extremadamente realista- el espectador capta enseguida el mensaje, si bien a algunos no nos gusta que nos den mascada una visión determinada. Algunos preferimos lo onírico, lo desfigurado, la abstracción o el camino que lleva a ella. Hay maneras de reproducir una visión en que lo simbólico, lo abstracto o simplemente lo anormal permiten al espectador debatir y debatirse entre la percepción espontánea y el plano oculto. Ahí, el que mira una obra de estas características pone de su parte, amplía la perspectiva del trabajo ofrecido, la recrea.

Hace un tiempo contemplé esta exposición de Samuel Salcedo en la Galería 3 Punts, de Barcelona, que llevaba por título Dust, que en inglés significa polvo. Además de las lunas se exponían otros trabajos, que traeré a colación en otra entrada del blog. Las caras burlonas, reidoras, entristecidas, falsas, lloronas, aletargadas, ausentes, durmientes, iracundas...expresan una suerte de bulimia expresiva. La redondez es el continente, pero el mapa de estos rostros son también mapas del interior humano que, curiosamente, cierra los ojos para poder ver y expresar de manera más exacta lo íntimo. Aunque las expresiones humanas se vuelquen hacia afuera en realidad proceden del magma profundo que nuestro mundo emocional cuece en cada minuto de la existencia. Los ojos cerrados son la mirada contenida hacia el mundo interior que fragua su estallido. Caras que no son solo caras individuales, sino acumuladas, llenando un frutero rebosando un cesto, en la imaginación crítica de Samuel Salcedo. Ese aspecto de porcelana -el material de resina de poliester permite virguerías- no hace sino proyectar una especie de luz que desde dentro se comunica con nuestra mirada. Caras hinchadas o henchidas, en fin, cuyas facciones sobrecogen por su carnosidad herida. Los sentimientos y las sensaciones se alían para alterar sus facciones, nuestros rasgos. Rasgos que no ven o no quieren ver, que se ciegan ante los impactos de la vida, o que ignoran con sarcasmo, o que se burlan de un amontonamiento de contradicciones, o que se manifiestan impasibles en la agrupación de la grey buscando obsesiva y dócilmente la seguridad de los inseguros.

Leo por alguna parte que un investigador, Jaron Rowan, dijo de la obra de Salcedo: "Sus trabajos nos confrontan con la brutalidad discreta de lo que es normal".  Ya se sabe que lo normal, a fuer de serlo tanto, de estar compartido por innumerables humanos, no se suele advertir, salvo cuando quiebra. Lo anormal, lo que rompe moldes físicos o sociales, suele ser lo que nos lleva a considerar aquello que participa de nosotros cada día. Ah, pero nada hay estable, ni siquiera en el tránsito de las horas de los individuos y sus caracterizaciones. Somos mutación de emociones y alternancia de expresividad.





6 comentarios:

  1. Inquietan, estas caras producen desasosiego, parece como si cerraran los ojos para mirar a su interior y no encuentraran más que un relleno de restos insalvables.
    Salud

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Pero en nuestra madurez inevitable está el contemplar con escepticismo los rostros de la diversidad emotiva y no dejarnos influir mayormente por desasosiegos, inestabilidades y otras zarandajas sinónimas de la vida. Saludo.

      Eliminar
  2. Me recuerdan esos primeros gestos lentos e imprecisos que tiene un recién nacido antes de abrir los ojos.
    La primera impresión es un poco inquietante pero en una segunda mirada veo un lenguaje gestual onírico apaciguado por la redondez de sus formas y de sus ojos cerrados.

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Cierto, los ojos contraídos con fuerza como si el recién nacido no quisiera mirar, aunque sea un gesto subconsciente, de resistencia a abandonar el paraíso -se supone- donde estuvo haciéndose nueve meses. Puede que estas caras produzcan desagrado o temor a muchos, pero si se observan con sinceridad ¿quién de nosotros no las ha puesto alguna vez o con frecuencia? Me gusta que los artistas rompan tabúes precisamente convirtiendo en aparente tabú una obra.

      Gracias por el comentario, me hizo pensar.

      Eliminar
  3. Quizá demasiada emoción implícita asociada a la pesadilla del canal de parto magníficamente expresada.

    ResponderEliminar