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Hemos olvidado nuestra sombra en una ciudad de Asia. Se han quedado nuestros sueños en los desiertos de Taklamakán. Ümit Yasar Oguzcan, Un mundo para dos.




7/9/18

Las manos de pino de Humberto Abad en Tordesillas



No es frecuente encontrar escultura de madera a la intemperie. El portentoso pino Soria-Burgos y el oficio del escultor Humberto Abad González, de Quintanar de la Sierra, Soria, lo permiten. La que se ofrece aquí se encuentra en un paseo alto a la vera del Duero, en Tordesillas. La escultura, ¿dos manos aferrándose a los barrotes?, representa la cárcel física de Tordesilla de la Reina Juana I, viuda del rey Felipe el Hermoso, aquella reina que dicen que se volvió loca o que las oscuras fuerzas lograron que lo pareciese porque no complacía a los intereses monárquicos del momento. No sé si es un tema resuelto en la interpretación histórica. 




Admirando este árbol antropomorfo, siquiera por sus manos y su gesto, no puedo por menos que recordar algún texto que nuestro Alberto, el escultor Alberto Sánchez (Toledo, 1895-Moscú, 1962) escribió en su día:

"...Esculturas de troncos de árboles descortezados del restregar de los toros, entre cuerpos de madera blanca como huesos de animales antediluvianos, arrastrados por los ríos de tierras rojas, y figuras como palos que andan envueltos en mantas pardas de Béjar, tras sus yuntas que dibujan surcos; cuerpos curvados que avanzan con medias lunas brillando en sus manos; hombres que se bañan sudando y se secan como los pájaros, restregándose en las tierras polvorientas con el aire que lleve polen y olor de primeras lluvias, vida rural que se meta en mi vida, como un lucero cruzando el espacio; luz que aclare los sentidos de los que anima a los cerros con carrascos, con vida de piedra, con alma de bueyes y espíritu de pájaro; también los machos y las hembras sobre los montes trazados en cono, con esparto y tomillos; y bramando como el toro cantado por el cuclillo al sol del mediodía, en verano".

(Palabras de un escultor, por Alberto Sánchez. Publicado en la revista Arte en junio de 1933)




Por su parte, Humberto Abad desde su web expone su visión: "Las artes no sirven a la idea, sino a la vida; son funciones como los sueños, no guías éticas de los hombres, sino que sirven a las necesidades muy distintas de tipo biológico.

Con este sentido, en mi trabajo, no trato de explicar nuestro tiempo ni mejorarlo, ni adoctrinarlo, sino que busco, manifestar nuestro dolor y nuestros sueños, abrir el mundo de las vivencias. Esta actividad me permite cabalgar sobre las cosas que van pasando y representar, congelando esas imágenes, para poseer esa apreciación, para así luchar con la memoria. 

Observo la realidad y luego me permito con la fantasía trabajar con ella .Responder de mi entorno y dejar constancia de su reacción y mezclo con mi realidad interior para hacer de la imaginación algo tangible, visible legible o compartible. Mi labor consiste en explorar la mente, liberar la imaginación y traducir en símbolos los temores y mis deseos más profundos.

Al airear estos deseos, lo hago con madera. Es el material que me encuentro más cómodo, le pasa como a la creatividad, ni la controlas ni la conquistas, por eso para mi es una aventura y un aliciente de investigación. 

La madera se comporta como una madre, su calor me da confianza para incubar los proyectos y motivaciones. Ella es maleable para entender mis razones, su olor tiene ese carácter entrañable que te hace respirar emociones y su textura te hace guiar por el camino de las pretensiones. Mi trabajo es un intento de encender el espíritu para volver a cruzar al hombre con la naturaleza, para no dejar que nuestra ajetreada vida laboral nos deshumanice del todo".




Junto a la escultura hay una leyenda explicativa a cargo de la Cabaña Real de Carreteros que me parecía interesante consignar.







2 comentarios:

  1. Pues no se qué escribir sobre una cuestión cuestión tan bella como enternecedora, por muy rígida que resulte la materia prima. Ah sí agradecer mucho la información que me inspirará para la serie de cuentos que pronto iniciaré y no sé si acabarán en el blog. Me temo que no.
    Quiza solo añadir la atracción inconsciente desde mi más tierna infancia por los tortuosos troncos centenarios del paseo de la Castellana de Madrid donde me llevaban “ a desbravar” y lo presente que tengo la imagen de una niña muy pequeñita jugando a lo que fuera entre sus raíces. Eso sí que era instinto en estado puro, si señor, seguramente el mismo que me anudó a los Picos de Europa, y mi persona casi sin enterarse.

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    1. Qué testimoniales son siempre los árboles centenarios. No sé si lo agradecemos lo suficiente. En las ciudades el smog y resto contaminante está causando muchos males a nuestros antepasados los árboles.

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